Se cuenta que un joven abogado abrió su ofcina en un pueblo y el mismo día de la pertura apareció el primer cliente. Un viejecito de carriel y ruana, bajito y muy limpiecito.
-Doctor, yo necesito sus servicios profesionales.
- Hombre de Dios , siéntese fúmese un cigarrillo y cuénteme.
-Pues verá, doctor. Fue que yo maté aun tipo...
-Tranquilo, tranquilo que hay cosas peores. Cuénteme más.
- Pues verá, doctor, era un mal vecino que yo odiaba mucho, y entonces me conseguí una escopeta italiana de dos cañones, durante varios meses lo estuve atisbando, me dio tiro y lo maté.
-Bueno, eso ya complica un poco el asunto: premeditación, alevosía, eso nos da unos agravantes...
-Doctor, como yo lo odiaba tanto, me fui a su casa, le quemé la casa, le maté los marranos, le hice todos los daños que pude.
- Hombre eso nos complica más el caso: incendio, daño en cosa ajena, sevicia, esto lo veo muy grave, muy grave...
- Doctor, para terminar quiero cntarle que yo tenía un atireeita y la vendí para pagarle sus servicios.
- Qué bien hombre. ¿Y cuánto le dieron por la finca?
-Quinientos millones
- ¿Y dónde los tiene?
-Aquí en el carriel, doctor.
En ese momento el joven abogado abrazó al viejito, exclamando:
-¡Queda configurada la legítima defensa!
Nota: este es un fragmento de un libro de anécdotas juridicas del cual desconozco el autor, y que llegó a mis manos gracias a una colega.
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La legítima defensa
Publicado por
Juan Camilo Arbeláez
on jueves, 21 de enero de 2010
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Etiquetas:
Chascarrillos jurídicos
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