El Festival Altavoz siempre ha sido de amores y de odios, como todo en
Medellín, como todo en Colombia y como todo en nuestra sociedad. Como seres
humanos nos cuesta dificultad entender los matices, y que las cosas en la
vida pueden venir en escalas de grises;
parece que nuestros conos y bastones oculares sólo pudieran ver los colores
blanco y negro. Esta dificultad de entender los matices hace que vivamos
envueltos por un velo de subjetividad, donde juzgamos las cosas sólo bajo
nuestro parecer y descalificamos las opiniones de los demás frente a las
mismas.
Es por eso que las opiniones frente al ALTAVOZ siempre están entre el
amor y el odio, muchos de los que lo
defienden lo hacen sin tener en cuenta aspectos a mejorar, y muchos de
quienes lo ata
can, lo hacen sin tener en cuenta lo importante que es para el
desarrollo de la cultura de la ciudad.
Mi visión frente al ALTAVOZ no creo que esté muy libre de subjetividad,
pero por lo menos creo que no está muy lejos de serlo.
Para mi el ALTAVOZ ha sido un generador de desarrollo en la cultura de
Medellín, ha servido para acercar la música local a todas las personas de la
ciudad, del país y del mundo, también ha servido para que los artistas se
profesionalicen y vean sus proyectos musicales como proyectos de vida, que
pueden ser viables financieramente, y que pueden ser sus empleos estables;
además de eso ha servido para que artistas internacionales vengan a la ciudad y
den conciertos con unos montajes de muy buena calidad, dando así a conocer a Medellín
como una ciudad de conciertos.
Pero al mismo tiempo que ha sido un generador de desarrollo cultural,
también ha sido uno de los responsables de la caída que tuvo el circuito de
conciertos locales de la ciudad, de conciertos de baja y mediana convocatoria
que eran los que daban a conocer las propuestas musicales locales y traían los
sonidos extranjeros. Para nadie es un secreto que el hecho de que ALTAVOZ sea
un festival con entrada subvencionada (diferente a gratuito, porque el ALTAVOZ
cuesta y es pagado con dineros públicos derivados de los impuestos), ha
significado que el público se mal eduque y se acostumbre a asistir a eventos
donde no tengan que pagar dinero para adquirir la boleta, y es por ello que los
conciertos producidos por gestores y productores privados tuvieron una merma
significativa en la asistencia. Esta situación ha ido cambiando poco a poco
porque desde la administración municipal se ha detectado el problema y han desarrollado
programas de formación de público, para iniciar con una solución al mismo, y al
mismo tiempo existen unos guerreros de la música y la cultura que no se han
rendido y siguen perseverando en su tarea de generar espacios privados donde la
música local siga viviendo.
Como espectador del ALTAVOZ, he vivido momentos muy bacanos, disfrutando
de las presentaciones de bandas que me gustan mucho, he pasado muy buenos ratos
con mis amigos en varias versiones del festival. Como medio independiente he
aprendido muchas cosas frente a la difusión de un evento de este tipo, he
conocido a muchas personas y he abierto mis oídos a nuevos sonidos. En fin a
nivel personal ALTAVOZ me ha traído sólo cosas buenas.
Como productor de eventos se lo que representa organizar un evento como
ALTAVOZ, se todo el trabajo que conlleva y conozco las dificultades que trae
realizar un evento con dineros públicos, por eso es que trato de no
descalificar el trabajo de los organizadores del ALTAVOZ en esta y en otras
versiones. Ese es un trabajo algo injusto pues son pocas las personas que valoran
un buen dispositivo logístico, artístico y técnico, la mayoría se limita a
juzgar por la presencia de una u otra banda, olvidando que la esencia de
ALTAVOZ es promover la cultura de Medellín, y no traer a las bandas de moda o
de trayectoria internacional.
Es en este punto donde los blancos y negros se vuelven extremos, y la
gente empieza a juzgar y a defender un
“line up”, donde se empiezan a descalificar las opiniones diferentes y se
olvida la verdadera esencia e importancia de ALTAVOZ. Como me enseñó mi mamá:
“Entre gustos, no hay disgustos”, es por eso que considero que tanto quienes
gustan de los artistas de ALTAVOZ, como quienes no les gusta, tienen el derecho
de expresar sus opiniones dentro del marco del respeto, y al final unos tendrán
la oportunidad de asistir al festival, y otros de irse de paseo, hacer un
sancocho, o de asistir a otros eventos que se realicen en paralelo.
Creo que ALTAVOZ es un espacio
que necesita la ciudad, y agradezco a la administración municipal por haberlo
creado, pero estoy convencido que el crecimiento de la industria musical de
Medellín no puede depender de él. El desarrollo de la industria musical de Medellín debe estar
apalancado en las gestiones de productores privados, en las gestiones de los
mismos músicos, los cuales se deben encargar de crear otros festivales y
conciertos de bares, que juntos conformen un circuito donde la gente pague por
ver presentaciones de buena factura de artistas locales y foráneos. Si la
música de Medellín depende de ALTAVOZ estaremos condenados a tener un solo
concierto a finales del año, y así no debe ser la situación.Lo que debe pasar
en la ciudad es que todo el año exista una oferta cultural pública y privada,
donde el público asista y pague, donde las personas estén dispuestas a conocer
nuevas propuestas, y donde ALTAVOZ haga parte de ellas, pero que no sea la
única.
Entre amores y odios la invitación está abierta, para que artistas y
público disfruten de ALTAVOZ, pero también de los eventos privados, para que
juntos construyamos una industria musical productiva, que a unos nos alegre la
vida con sus sonidos y a otros les de la posibilidad de vivir haciendo música,
lo que les gusta y lo que nos gusta a todos.
Por Juan Camilo Arbeláez P
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